domingo, 3 de marzo de 2013

Acerca de los «elencos» del Quilapayún-Carrasco

por Xavier Pintanel el 02/03/2013 

Decía Santa Teresa de Jesús que la verdad padece, pero no perece. Vamos a darle la razón que para eso es una santa.

El Quilapayún-Carrasco el 17 de enero de 2013 en Quito (Ecuador) formado por Rubén Escudero, Fernando Carrasco, Ismael Oddó, Ricardo Venegas, Eduardo Carrasco y Caíto Venegas.
El Quilapayún-Carrasco el 17 de enero de 2013 en Quito (Ecuador) formado por Rubén Escudero, Fernando Carrasco, Ismael Oddó, Ricardo Venegas, Eduardo Carrasco y Caíto Venegas.
 
El pasado 15 de diciembre publiqué en este diario un artículo titulado Acerca de un disco «Absolutamente» Quilapayún, en donde pretendía dar mi opinión sobre el nuevo disco del grupo liderado por Rodolfo Parada y Patricio Wang.
 
En una de mis argumentaciones comentaba la existencia de dos elencos distintos—uno americano y otro europeo— dentro de la formación liderada por Eduardo Carrasco. Este tema que yo, ingenuamente, daba por sobreentenido fue convertido en arma arrojadiza por unos y negado bajo graves acusaciones por otros, mientras la mayoría asistía estupefacta a un debate que no entendía.
 
Como la mentira es instantánea pero la verdad requiere paciencia, hizo falta esperar al primer concierto americano y al primer concierto europeo para ver qué formaciones presentaba el grupo en cada ocasión.
 
El primer concierto americano desde la publicación de mi artículo tuvo lugar en Quito (Ecuador) el 17 de enero de 2013. En esa ocasión se presentaron Rubén Escudero, Fernando Carrasco, Ismael Oddó, Ricardo Venegas, Eduardo Carrasco y Caíto Venegas; por cierto, la misma formación que viajó a Llanquihue (Chile) el dos de febrero.
 
El primer concierto europeo tuvo lugar este pasado domingo 24 de febrero en Berlín (Alemania) con la presencia de Hugo Lagos, Carlos Quezada, Guillermo GarcíaHernán GómezSebastián Quezada, Alfonso Pacín y Romain Lecuyer.
 
El Quilapayún-Carrasco el 24 de febrero de 2013 en Berlín (Alemania) formado por Hugo Lagos, Carlos Quezada, Guillermo García, Hernán Gómez, Sebastián Quezada, Alfonso Pacín y Romain Lecuyer. © DW/C Machhaus.jpg
El Quilapayún-Carrasco el 24 de febrero de 2013 en Berlín (Alemania) formado por Hugo Lagos, Carlos Quezada, Guillermo García, Hernán Gómez, Sebastián Quezada, Alfonso Pacín y Romain Lecuyer.
© DW/C Machhaus.jpg
 
No hace falta ser demasiado observador para ver que no coincide ni un solo nombre en ambas formaciones.
 
Y esto no es intrínsecamente malo. Los miembros del Quilapayún-Carrasco no son profesionales —en el sentido que no viven de la música— como reconocía Eduardo Carrasco en una entrevista concedida a Manuel Vilches el pasado noviembre: "Nos invitan de muchas partes y no siempre podemos ni queremos acudir a todas ellas, porque también el ritmo del conjunto es mucho más lento que cuando nos dedicamos profesionalmente a esto". Esto es la causa que, a excepción de periodos vacacionales de alguno de sus miembros o conciertos muy bien pagados —cada vez más escasos a nivel general—, el desplazamiento entre continentes no sea viable. Es decir, sin la existencia de estos dos elencos las presentaciones en Quito, Llanquihue o Berlín no hubieran sido económicamente posibles.
 
Decía que no es necesariamente malo, como tampoco es nada nuevo.
 
Ya en 1972 existían varios elencos en Quilapayún llamados "talleres" que ejercieron como verdaderos semilleros de donde salieron, por ejemplo, Hugo Lagos, Guillermo García, Ricardo Venegas, Daniel Valladares o Marcelo Véliz.
 
Entre estos "talleres" incluso había un "Quilapayún-F" —F de femenino— formado exclusivamente por mujeres y dirigido por Mirtha Parada, hermana de Rodolfo; y un "Lolopayún", formado por niños y adolescentes que sería el embrión del grupo "Ortiga".
 
El Quilapayún-F en una foto   de la revista Ritmo publicada el 16 de enero de 1973. © Gentileza Germán Mollo
El Quilapayún-F en una foto de la revista Ritmo publicada el 16 de enero de 1973.
© Gentileza Germán Mollo
 
La existencia de estos "talleres" o elencos no solo servía de auténtica cantera para el grupo, permitía además la omnipresencia del Quilapayún en todo el territorio chileno en un periodo convulso.
 
¿Cuál es el problema entonces? El problema a mi entender —y aquí empieza la crítica— es ocultarlo o, peor aún, negarlo.
 
Es cierto que el Quilapayún se ha basado siempre en el colectivo y no en las individualidades. Todo el mundo conoce los nombres y las caras de los miembros de los Beatles. Con el Quilapayún nunca ha pasado esto. Pero también es cierto que vivimos en la era de Internet y que cualquiera tiene acceso instantáneo a las fotografías de cualquier concierto y tiene derecho a sentirse engañado si las caras del grupo que se presenta como "único" y "legítimo" cambian en función de las coordenadas geográficas: "Si hoy es sábado y este es Hugo Lagos, esto es París".
 
Negar la existencia de dos elencos es exponerse al ridículo: Mr. Google es indiscreto. Ocultarlo no le hace ningún favor al proyecto de Carrasco. Me parece lícito decir que hay un solo grupo con varios elencos —la Iglesia Católica se inventó el misterio de la Santísima Trinidad y no le va mal— pero no tiene sentido seguir insistiendo en la existencia de un solo elenco cuando, como se ha demostrado, existen formaciones diametralmente distintas.
 
Dice Eduardo Carrasco que en su grupo no hay distintos elencos sino que se "presentan de muchas maneras" que es como decir que las cosas no es que sean distintas sino que no son iguales; o el que dice que no miente, solo que le falta a la verdad.
 
Eufemismos innecesarios cuando exponer los motivos de su decisión sería más limpio que seguir haciendo padecer a la verdad que, aunque no pueda perecer, ya ha sufrido mucho, la pobrecita.

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