Por Leonardo Candiano. A 43 años de la creación de la Cantata de Santa María de Iquique, obra que fuera emblema de la campaña que llevó a Salvador Allende a la presidencia chilena en 1970, el grupo folklórico Quilapayún llega a Buenos Aires para volver a interpretarla hoy y mañana en el Teatro Sha.
Pocas obras musicales están tan ligadas a dos hechos políticos concretos a la vez como La Cantata de Santa María de Iquique, dedicada a la matanza de obreros de 1907 en dicha ciudad chilena y, a la vez, emblema de la llegada al poder de la Unidad Popular comandada por el dirigente socialista Salvador Allende en septiembre de 1970.
La Cantata fue compuesta por el músico Luis Advis hacia finales del año 1969 y Quilapayún la hizo popularmente conocida al editarla unos meses después. Se trata de una obra integral que consta de dieciocho partes que conforman una extensa totalidad, de las cuales cinco secciones son narradas -es decir, sin música- y cuentan la masacre perpetrada por el gobierno de Pedro Montt en la Escuela Santa María, ubicada en el puerto de la ciudad de Iquique, el 21 de diciembre de 1907, donde fueron asesinados miles de obreros salitreros -nunca se supo el número exacto, las cifras oscilan entre los 2.200 y los 3.600- en medio de una huelga general en protesta por las condiciones laborales en el sector.
Además, la obra posee cuatro partes (un preludio y tres interludios) estrictamente musicales, dos pregones que avisan de los sucesos y siete canciones de variados estilos, muchas de las cuales, como sucede con el Taki Ongoy de Víctor Heredia, suelen ser cantadas autónomamente y ya se han convertido en clásicos de la música popular latinoamericana, como por ejemplo "Vamos, mujer".
Por su magnitud, por su temática, por el momento en el que fue escrita, por el conjunto musical que la hizo suya, por ser tomada como bandera por la militancia de la Unidad Popular en plena campaña electoral de 1970, la Cantata se convirtió en un símbolo tan musical como político que expresa memoria y lucha, denuncia y búsqueda de un porvenir, tristeza y fe en una transformación social tan necesaria como posible.
La Cantata tiene un aire a Violeta Parra, huele a Víctor Jara, a los Inti Illimani, a Patricio Manns. Y es que si Quilapayún fue uno de los principales grupos musicales de la denominada "Nueva canción chilena", esta obra se convirtió, con el paso de los años, en una de las más representativas de dicho movimiento.
Con el advenimiento de la dictadura de Pinochet fue prohibida y sus copias destruidas. Pero Quilapayún la mantuvo viva en el exilio e incluso Julio Cortázar llegó a realizarle una serie de modificaciones en 1978 -cosa no muy bien vista por el propio Advis-, aunque al poco tiempo el conjunto chileno retornó a la versión original.
Ahora Quilapayún la vuelve a cantar íntegramente, y lo hace en Buenos Aires, con el actor argentino Juan Palomino ocupando el lugar que inicialmente correspondió a Héctor Duvauchelle para recitar las partes narradas. Si bien de las tres barbas que fundaron el grupo en 1965 (no otra cosa quiere decir en lengua mapuche Quila-payún), sólo permanece Eduardo Carrasco, y por más que se extrañe la entrañable voz de Willy Oddó, principal referente del conjunto desde 1967, asesinado en Santiago en 1991 a poco del regreso del exilio, otros históricos miembros de la formación musical chilena se harán presentes en el Teatro Sha este fin de semana para demostrarnos una vigencia a prueba del paso de los años: Carlos Quezada, Hernán Gómez, Rubén Escudero, Hugo Lagos, Guillermo García y Ricardo Venegas dan muestras -junto con el mencionado Eduardo Carrasco- de que el tiempo pudo haberles traído algunos achaques, pero no les movió el piso ni las convicciones.
A ellos se le sumó en este nuevo siglo una segunda generación de quilapayunes (Ismael Oddó, Ismael Quezada, Ricardo Venegas -hijo- y Fernando Carrasco -hijo-) que acompañan a esta vieja guardia y pretenden asegurar la continuidad de un conjunto musical que lleva más de cuatro décadas sobre los escenarios.
Hoy Quilapayún es la mística de los viejos y el empuje de los que hace poco arrancaron en esta historia y quieren continuar ese sendero forjado en los años sesenta. En términos futboleros es el equipo perfecto, combinación de experiencia y frescura juvenil. Listos para pelear cualquier campeonato. Los más de cuarenta años y treinta y pico de discos pasados dan aplomo a las ganas de siempre por cantar aquella masacre entonada con esperanzas de revolución, más allá de los golpes de estado, las torturas, las desapariciones, la represión, el exilio y la muerte que llegó pronto. De aquel y de este lado de la cordillera. Y no solamente.
Los muertos de Iquique entonces se vuelven los muertos de todo Chile. Y, a fin de cuentas, si son muertos por luchar, por organizarse en pos de mejores condiciones de vida, son los muertos de toda América también, qué duda cabe. Uno de los últimos: el santiagueño Galván acacito en el tiempo y el espacio, un par de semanas atrás.
Volver con la Cantata en el 2012, por lo tanto, no es sólo un recuerdo nostálgico de un par de viejos que añoran antiguos momentos de gloria y felicidad, aunque algo de nostalgia haya, por supuesto. Es obvio que tampoco se trata de un revival marketinero. Está más cerca de ser una declaración de principios, en todo caso, luego de un par de disputas internas que mantuvieron al grupo divido a inicios del siglo XXI. Y un intento por rearmar una tradición de música popular destrozada ferozmente como Víctor Jara en el Estadio Nacional.
Esas manos que templan guitarras y charangos, que sostienen quenas y sikus, que tocan el bombo, retoman hoy las banderas de antaño y dicen acá seguimos. Acá estamos. Y acá va a estar Quilapayún nomás, cantando por duplicado esta noche y mañana en el Teatro Sha de Buenos Aires -Sarmiento 2255- a las 21:30 horas, para que, como señala el tema final de laCantata: "ustedes que ya escucharon la historia que se contó, no sigan allí sentados pensando que ya pasó. / No basta solo el recuerdo, el canto no bastará, no basta sólo el lamento, miremos la realidad. / Quizás mañana o pasado o bien en un tiempo más, la historia que han escuchado de nuevo sucederá. / Es Chile un país tan largo, mil cosas pueden pasar, si es que no nos preparamos resueltos para luchar. / Tenemos razones puras, tenemos por qué pelear, tenemos las manos duras, tenemos por qué ganar."
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