Sábado 5 de enero de 2013| por Felipe Castro
Hace pocos días Patricio Wang, quien comparte la dirección de Quilapayún con Rodolfo Parada,caminaba por las calles de París con las manos en los bolsillos, cobijándolas del invierno boreal que tiñe de blanco los techos de la ciudad de las luces. Desde allá se escapó para encontrarse con unSantiago donde el asfalto está para freír huevos.
La primera razón para el brusco cambio es visitar a familiares y amigos por las fiestas de fin de año. La segunda es realizar las gestiones para el aterrizaje en Chile de "Absolutamente Quilapayún", última placa de esta agrupación fundamental para el cancionero nacional.
Wang se cobija del calor y el ruido santiaguinos en una callecita del centro, donde encuentra la calma y la sombra que le permite conversar con Nación.cl sobre el nuevo disco, que ha sido lanzado en España, Chile y Argentina con éxito de críticas, que alaban un trabajo a la altura del nombre Quilapayún. Inevitable hablar también de un acontecimiento que marca esta visita ya que, recién bajándose del avión, el músico se encontró con la noticia de la verdad judicial sobre el asesinato de Víctor Jara, quien fuera director artístico del "Quila" en su momento fundacional.
-¿Cómo fue regresar al estudio después de 13 años?
-Estamos súper contentos de haber terminado este cedé, que nos llena de orgullo, porque representa muy bien el periodo que estamos viviendo. Grabar un disco es bastante más complicado hoy en día, porque no hay apoyo institucional, ha sido un proceso largo, pero de una cierta calma también, porque decidimos hacer el disco como lo queremos hacer, sin ponernos un plazo desesperado, porque no es nuestra intención producir discos como sea, a cualquier precio.
-La crítica especializada evalúa muy positivamente el disco. Se habla de que le hacen el honor al nombre de Quilapayún, que cumplen las expectativas.
-La gente ha sabido valorar que hemos tomado riesgos, que si bien revisamos temas clásicos de nuestro repertorio como "La Batea" y el "Canto a la Pampa", hemos incorporado nuevos elementos con resultados positivos. El colectivo Quilapayún siempre fue de mucha fuerza vocal y muy colectiva. En este disco, sin perder identidad, hemos presentado canciones en primera persona, incorporando colores a través de nuevos instrumentos, como el acordeón o el canto en primera persona. También ha tenido muy buena acogida una especie de huaino llamado "Chilandó", que es un tema muy alegre, donde transformamos la experiencia dramática del exilio, mirándola como un largo viaje.
-¿Cómo crees que los percibe el público europeo? ¿Como una música exótica, very typical? ¿O como música que funciona por si sola?
-El público cambia, al igual que lo hacen los grupos y las sociedades. Nosotros, de alguna manera, hemos vivido muchos roles: fuimos el grupo de protesta, el grupo que apoyó el gobierno de Allende, el grupo que estuvo en el exilio y el grupo que cantó por el regreso de la democracia. Todo eso ha hecho que nos tengamos que cuestionar todo el tiempo nuestro rol. A 45 años desde nuestro nacimiento tenemos una visión más relajada y la gente nos ve como un grupo de una larga trayectoria. (En Europa) Se nos escucha con un cierto interés, pero no por ser exóticos, sino porque en el mundo, como son las cosas hoy, ya nada es tan exótico. Lo que se valora es la calidad artística. Una buena canción hoy recibe influencias de muchos lados, pero una buena canción se defiende porque es una buena canción.
-En los últimos años Quilapayún fue apareciendo en los medios como una batalla legal, antes que por su música. ¿Cómo se reconquista al público para volver a hablar, justamente, de música?
-Ese es un tema que ha durado muchos años y está hasta pasado de moda. Eso ya no interesa mucho. Lo que interesa en un artista es su propuesta. Esta ha sido una batalla ganada, pero no es una batalla contra nadie. Ha sido una satisfacción ir viendo que nuestro regreso a Chile siempre es bien acogido. Y lo que hubo ahí no fue una disputa: hubo un conflicto con gente que salió al paso, que se había retirado. Somos una agrupación de 45 años de trabajo ininterrumpido, que nunca se ha separado como grupo. Y pasó que el 2003 aparecieron otros integrantes del grupo, que hicieron otro Quilapayún…pero esas son cosas tan lejos de lo artístico, que aparte de la cosa legal, que ha sido tan desagradable, no nos interesa mucho.
-Lo digo a título personal: Recuerdo que siendo niño, los 20 grandes éxitos de Quilapayún, en un cassette blanco, en plena dictadura, representaban algo importante. Y pasó que de pronto, como público, fue un poco desilusionante encontrarse con esta disputa legal…
-Eso ha sido una cosa muy dolorosa para nosotros. Las disputas son algo muy normal en los grupos humanos. Y lo doloroso para nosotros es que el público ha pagado eso. Por eso nosotros valoramos el cariño que persiste hacia Quilapayún por su historia y no por esas declaraciones a diestra y siniestra que se hicieron, que dañaron el nombre del grupo. Pero los artistas tienen que ser valorado por lo que producen…el resto es farándula.
-Tu visita coincide con el caso de Víctor Jara, donde ha ido apareciendo una verdad judicial importante después de mucho tiempo.
-Llegando acá me enteré de lo que estaba pasando y recibí con gran satisfacción que haya una respuesta judicial. Es importante en la sociedad que los crímenes sean analizados, no tanto por la cosa del castigo, si no que se busque un camino a la verdad y hayan nombres y culpables. Esto conduce a una paz interior, porque no hay ninguna sociedad ni ninguna persona que pueda alcanzar la paz interior sin analizar su historia y dejando cabos sueltos. La dolorosa historia de Víctor Jara, que fue el primer director artístico del grupo nos afecta de forma muy directa, pero en realidad va mucho más allá de nosotros. Es un conflicto nacional que encuentra un paso importante en esta salida importante de que podamos saber lo que pasó.
-Imagino que ustedes lo viven como un proceso casi familiar…
-Pasa que en Víctor se sintetizó todo el drama que vivimos en el Golpe de Estado en Chile. En realidad, Víctor fue uno más, porque no hay que olvidar a todos nuestros compañeros que fueron detenidos, que fueron perseguidos, que fueron asesinados exactamente como él. Sólo que con Víctor alcanza una dimensión épica al tratarse de un muy querido artista, un gran creador que seguimos admirando. No es por una cosa de marketing que nosotros tocamos la "Plegaria a un Labrador" en los conciertos, sino porque es una canción de gran fuerza creativa y artística.
-Una de las más importantes del cancionero chileno, probablemente…
-Es fantástica. Es de una gran visión, que sigue siendo tan válida hoy como lo fue cuando ganó la Primera Festival de la Nueva Canción Chilena. Los artistas tienen ese privilegio a veces, que en ellos se resume el cariño de la gente. Pero la muerte de Víctor está acompañada de la muerte de miles de chilenos. Esto seguirá siendo por siempre un gran dolor, pero que se encuentre un camino a la verdad, que se hayan nombres y no tumbas, perdidas, anónimas, es un primer paso para que los chilenos podamos estar un poquito en paz.
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