La Nación
Con más de 45 años de trayectoria, Quilapayún sigue en plena forma realizando una gira eterna. Previo al recital programado en el Teatro Nescafé de las Artes el próximo 18 de enero, Eduardo Carrasco recuerda parte de esa llama incombustible.
“Cuando se es artista, lo único que se puede hacer es ser fiel a sí mismo. Si te traicionas, la historia te destruye”, reflexiona Eduardo Carrasco, el director artístico del longevo Quilapayún. Divisiones más o menos, la agrupación lleva 47 años sobre los escenarios sin cambiar de norte político, pero si reinventando una oferta musical que a aunque a muchos parece anacrónica, suma fans en todo el mundo y la colaboración de músicos transversales de varios estilos como Chancho en Piedra, Los Tres y otros de quienes acusan recibir influencias de vuelta también.
“Estas colaboraicones nos han abierto caminos hacia las nuevas músicas. Estamos viviendo una etapa muy entretenida y de mucha creatividad. Nos falta tiempo para hacer todo lo que desearíamos. Creo que en todo esto ha sido bueno no creerse la muerte, valorar lo que hacen otros y estar siempre abiertos a ser mejores”, cuenta Carrasco sobre la evolución orgánica de Quilapayún. “A nosotros se nos abrió un camino delante y hemos seguido paso a paso la senda que teníamos que seguir. Traicionarla, habría sido el fin. A la gente no le gustan los monederos falsos”, arguye sobre un mercado que a veces puede ser tentador.
El próximo 18 de enero el grupo realiza un recital en el Teatro Nescafé de la Artes al que siguen presentaciones el 23 de este mes en el Festival de Cosquín, Argentina y el 25 de enero en el teatro SAH de Buenos Aires donde harán un homenaje a Víctor Jara. Vienen de ser parte de la conmemoración de los 70 años de la muerte de Federico García Lorca y un homenaje que les rindió Barcelona el año pasado.
El director de Quilapayún recuerda la evolución de su audiencia a la que conocieron originalmente como estudiantes y que poco a poco fue ampliándose a trabajadores, campesinos e intelectuales. “A fines de los sesenta nos abrimos al mundo y llegamos con mucho éxito a varios países latinoamericanos. El público nuestro era muy amplio. En la época de la Unidad Popular hasta los momios cantaban La Batea”, dice Carrasco. Cuenta que después de salir al exilio el conjunto se globalizó y el grupo se hizo conocido en el mundo amasando una importante fanaticada en Francia, España Italia y Alemania donde aún permanecen en el imaginario combativo de izquierda. Luego vino un espacio que el llama “un paréntesis” posterior a su regreso al país. “Después del exilio no estábamos ni en Chile, ni en Francia, ni en ninguna parte”, dice.
NERUDA, MISTRAL, HUIDOBRO Y BOLAÑO
Pero la popularidad continúa llenando salas y otorgándole invitaciones como la que recibieron de parte del Teatro Metropolitan de México y para ofrecer la reciente presentación de la Cantata Aymará en Francia. “Ocupamos un lugar preciso en el paisaje de la música chilena y eso nos es grato. Jóvenes, viejos y no tanto tienen diferentes razones para poner atención en lo que hacemos. Por eso seguimos existiendo”, cree. Ese deambular por el resto del mundo les ha entregado una ubicación privilegiada para identificar la imagen país en el extranjero. Carrasco dice que para países que pese a no ser socialistas como Francia donde la educación y salud gratuitas son gratuitas, Chile es considerado “un país raro que avanza y retrocede”.
“En Chile se aplica la ley del "sálvese quién pueda". El sistema político es la continuidad de la dictadura, pero disfrazada de democracia. Hay mucha ignorancia, poco interés por la cultura, etc. Por eso el despertar de las luchas estudiantiles ha sido como una llama de esperanza que se ha encendido. Si esto sigue su rumbo por el camino correcto, creo que podemos avanzar mucho”, sostiene. Continúa con su crítica lamentando que na identidad cultural de Chile apenas exista en el extranjero. “Se conocen algunas figuras importantes, pero de manera aislada como Neruda, La Mistral, un poco Huidobro. A Parra recién se lo está descubriendo. Matta es conocido, pero muchas veces tomado como norteamericano o francés. Bolaño también existe, pero tampoco se lo relaciona siempre con Chile. O sea, la imagen cultural de Chile es muy vaga. La Nueva Canción ha ayudado un poco, en especial la Violeta, pero no es suficiente. Tendríamos que reinventarnos con un sentido más universalista”, opina.
Sin embargo Carrasco valora el aporte de gente que desde el espectro local ha posicionado una forma de entender Chile. “Creo que la obra de Raúl Ruiz ha sido un gran aporte. Con el tiempo se reconocerá que él fue un cineasta con una penetrante visión de lo que somos, pero ubicándola en el mundo, donde él vivía”, cree.
LA MISMA VIEJA EVOLUCIÓN
En plena ebullición tecnológica y cuando las influencias se cruzan entre sí, Carrasco reflexiona a nombre de Quilapayún en la forma de mantener una identidad y una línea artística reconocible. Sorprende con el uso de herramientas de internet con las que alimenta la técnica también: “Hoy día en que todavía algunos de nosotros viven en Francia, no podríamos existir sin Skype y sin Internet. Hasta hemos hecho ensayos por conferencia telefónica. Y también estamos abiertos a otras músicas que se van inventando”, dice.
Actualmente Quilapayún ha recibido la colaboración e influencias de artistas como Chancho en Piedra, Los Tres, el ex Pozze Latina Jimmy Fernández y suma una serie de otros estilos y nombres con los que ya están grabando. “Ahora estamos grabando un disco en el que participarán varios. Ya tenemos canciones grabadas con Los Ex, con Álvaro Henríquez y estamos Carlos Cabezas, Mauricio Redolés, Anita Tijoux, Camila Moreno, Joe Vasconcellos y varios más”, dice sobre una lista prodigiosa a la que se suman familiares y amigos como Ismael Oddó, Carito Venegas y Sebastián Quezada. Toda sangre nueva.
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